Todos tenemos una propuesta única de valor, ¿cuál es la tuya?

Si te pregunto cuáles son tus talentos, ¿sabrías responderme? Si te pregunto si cada día trabajas y vives poniéndolos en valor, ¿qué me dirías?

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Conviene recordar que los estudios dicen que el éxito profesional viene determinado tan solo por un 15% por nuestras habilidades técnicas, el 85% restante lo determina la capacidad que tenemos para conocernos y relacionarnos con los demás. Las llamadas inteligencias intra e interpersonales. No obstante, son pocos los que saben responder sobre cuáles son sus fortalezas y sobre cuál es su propuesta única de valor con respecto a los demás. Muchos menos los que desarrollan su profesión aprovechándola.

Todos tenemos algo que nos hace especiales. Y tú no eres la excepción.

Suena fácil decirlo (o leerlo), pero oye, es una cosa seria que requiere que le pongamos un poco de atención.

Es como si nos regalaran un cofre con monedas de oro y nos dedicáramos a tirarlas al aire sin reconocer su valor.

En todos mis programas con clientes que se encuentran en un momento de transición profesional, hago mucho hincapié en este tema. Podría contar con los dedos de una mano las personas que han sabido responderme convencidos y rápidamente sobre cuál es su ingenio y qué les hace especiales; muchos menos los que hacen su trabajo poniéndolo en valor.

Es como tener una moto y quejarnos de que no tiene techo como los coches, en lugar de aprovechar que no tenemos que estar atascados 2 horas en el tráfico cada día.

Siempre pensamos que el jardín del vecino es más verde.

Tengo una amiga, llamémosla Pepa.

Estos son sus talentos naturales: es cálida y empática, sabe escuchar, es un imán para la gente porque derrocha alegría. Es buena comunicadora, tiene una enorme capacidad para atender a los detalles, habla 4 idiomas y es altamente creativa. Funciona “en sintonía” y al máximo de su potencial en entornos de ritmo rápido, donde pueda tomar decisiones de manera autónoma.

¿En qué puesto crees que podría despuntar?

Mi amiga Pepa es una genia con muchísimo talento.

Pero mi amiga Pepa tiene la creencia de que ser profesional es sinónimo de ser (o parecer) una ejecutiva seria y tradicional; así que ha optado por seguir trabajando en el puesto en el que empezó hace tres años, porque cambiar de empresa decepcionaría a su entorno y no está dispuesta a enfrentar un cambio de “tal calibre”.

Pepa ocupa un puesto en una firma de consultoría en la que trabaja con clientes locales (no aprovechando su talento multilingüe), y siendo su misión principal la de hacer seguimiento de procesos establecidos (anulando por completo cualquier posibilidad de explotar su creatividad), en los que tiene que seguir instrucciones de su superior, que le convoca cada viernes para revisar los pasos que ha dado e imponerle lo que tiene que corregir, pues no hay posibilidad de cambio en la forma que tienen de hacer las cosas (su rimo rápido y autonomía para actuar, también han quedado anulados).

Pepa lleva 3 años sin usar su creatividad, sin tener contacto con los clientes de la empresa, y por tanto desperdiciando todo ese talento natural que trae de fábrica para atraer a personas nuevas, vender y generar círculos y redes de contacto de calidad.

Pepa, que era una persona alegre y con gran don de gentes, ha ido perdiendo la motivación poco a poco. El esfuerzo que ha tenido que hacer para adaptarse a este nuevo puesto de trabajo ha apagado toda su chispa. El primer año, el entusiasmo de lo nuevo disimuló la situación, pero a partir del segundo la realidad se hizo más tangible. Dice que no sabe qué hacer, que no sabe lo que se le da bien. Está quemada, estresada y viviendo un bucle monótono del que dice que no puede salir. Todas sus conversaciones giran en torno al mismo tema, hasta ha dejado de ser divertido quedar a tomar unas cañas con ella.

Pepa está perdiendo muchas oportunidades; y la empresa para la que trabaja también, pues no ha sabido ver todo ese potencial que podría traer a la organización.

Lo peor: está privando al mundo de su ingenio y de todo lo que se supone que debería estar aportando. Esta también es su responsabilidad. De nada sirve tener un cofre lleno de monedas de oro. Si no las pones en circulación, será como si no existieran.

Muchas veces pasamos por la vida como Pepa. Desperdiciando nuestros talentos en lugares donde no queremos estar por no atrevernos a mirarlos de frente y ponerlos en valor.

Hay un mundo infinito de posibilidades si ampliamos el radar. Pero si decidimos quedarnos en el mismo sitio, las opciones cada vez se irán reduciendo más.

Si Pepa fuera tu amiga, ¿qué le dirías?

Si tienes a una Pepa en tu vida, dile esto de mi parte:

Querida Pepa: ¿a qué estás esperando?

 

 

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