Armando Álvarez Bravo, uno de nuestros mejores poetas, tuvo que pagar muy caro ser libre pensador y católico. Dos convicciones odiosas a la intolerancia dogmática del marxismo-leninismo.
Recientemente, el Pen Club de escritores cubanos presentó la monumental obra de Armando Álvarez Bravo: “Poesía Completa”, que recoge “Un único poema en cientos de poemas”. Hecho realidad por el incansable y amoroso desvelo de su esposa Tania y sus hijas Liana María y Lourdes María que hicieron realidad el sueño de Armando para que su poesía “quedara para engrosar el caudal de la literatura cubana”.
Con su primer libro “El Azoro”, publicado en La Habana en 1964, el poeta pasó a ser un estigmatizado contrarrevolucionario que sufrió la perversa represión que por más de 60 años práctica la oligarquía totalitaria en Cuba.
En sus apuntes para una autobiografía, Armando Álvarez Bravo nos dice: “Nací en una ciudad fabulosa que ha sido arrasada. Fui implacablemente perseguido, me arrebataron mi patria, se me separó de mi familia. No se me perdona por mi poesía y mis principios”.
Como en una ocasión dije mi entrañable amigo Juan Manuel Salvat, Armando Álvarez Bravo es dueño de un lenguaje claro, elegante y preciso.
El propio poeta se define afirmando que sus versos están “a ras del mundo, aunque no dejo de andar por las nubes”
Para Armando Álvarez Bravo, Cuba es una herida lacerante, “Una pesadilla que prefiguró mi destino..” En el prólogo de su antología “Siempre habrá un poema”. El poeta nos dice: “Mi vida determinada por la fatal historia de mi patria – está cuajada de pisadas en el corazón”
Para el crimen del Estado totalitario, Armando hace la necesaria distinción de “Nunca olvidar que el perdón nada tiene que ver con la justicia”.
Armando Álvarez Bravo es el poeta que por su conducta ética puede esperar la conciencia de la generación cubana de los años 50. Es ésta la que llama “La generación arrasada” por la intolerancia que persigue, encarcela y mata, a lo que exigen sus derechos y libertades ciudadanas.
Escribiendo sobre la incomprensión y la ingratitud a los héroes de la patria, con una notable hondura de pensamiento, Armando Álvarez Bravo evoca en su poesía la imagen de Simón Bolivar recogiendo en Dos Ríos a José Martí:
“Qué gente, qué paisaje los nuestros y morir para que sea otra cosa, un sueño. Ahora tendrá la eternidad para saber lo que no es ser intermedio… Solo éramos capaces de vivir la plenitud que en América se confunde con el delirio y el poder. Bienvenido Martí, ahora sí estás en la noche”.
Destruida la Patria, en Armando Álvarez Bravo queda un renacer para soñar con una Cuba libre, sin perder la conciencia de que está soñando.
Así el poeta nos dice: “Creo en mi patria Cuba, cuya pendiente posibilidad es una incógnita, y de la que jamás pueden ser sus verdugos sus redentores”.
Profundamente devoto, Armando Álvarez Bravo es el maestro que ilumina lo trascendente. Su refugio es el amor de su hogar, su orgullo de abuelo y la meditación. En esta etapa su poesía es un canto a la esperanza, al rescate de la conducta digna, redimida por el poderoso milagro de la fe y de la libertad. ¡Su poesía es un tesoro de la cultura nacional!